Habitualmente acudimos a un psicólogo porque estamos afectados por un malestar o sufrimiento que no sabemos explicar ni solucionar. También, aunque no exista el malestar, sentimos que algo no va bien, o simplemente acudimos porque queremos conocernos mejor y mejorar. La terapia ofrece un espacio de escucha profesional, muy distinto de la escucha que puede ofrecer un amigo o un familiar. Va produciendo lo que llamamos insight, nos vamos dando cuenta de aquello que al principio no podíamos comprender. Estos insights producen a su vez cambios a un nivel profundo. La persona obtiene un gran alivio y puede comenzar a poner su energía en aspectos muchos más cercanos a su deseo e intereses personales.
Inicialmente lo único que se pide es hablar lo más libremente posible. La escucha se realiza sin proyectar juicios de valor. Se trabaja para crear un espacio de confianza, base del vínculo terapéutico, y la apertura de canales de expresión.
El profesional trabaja desde una capacidad de análisis que le da la teoría y su propia experiencia en el diván, un marco, un método y una serie de técnicas. Las herramientas las va obteniendo la persona con todo lo que aprende sobre sí mismo y sus relaciones con el mundo durante la terapia, a medida que va logrando insights y va reorganizando sus recursos psíquicos.
La sesión dura 1 hora. La frecuencia mínima que se considera necesaria es de 1 sesión a la semana. Pero siempre tratamos de adaptarnos a los recursos, motivación y disponibilidad de la persona.
A priori no se puede calcular. La duración depende de muchos factores, muchos de los cuales no pueden ser previstos: las dificultades internas y los tiempos de cada persona, la frecuencia de las sesiones, las dificultades externas, como la falta de apoyo, recursos u oportunidades, etc.). En ocasiones se produce una mejoría de los síntomas, pero aún no se ha dado un afianzamiento de esta reorganización psíquica de la que hablamos. Es necesario hablarlo, analizarlo en cada momento de la terapia y llegar a acuerdos. Una vez asentada la cura, todo depende de hasta donde quiera llegar la persona en el proceso de conocerse a sí misma.
No. La terapia siempre ofrece perdón y comprensión. Al habilitar canales de expresión libres de juicio, la culpa, que habitualmente opera destructivamente, es expresada y evacuada. Cuando se comprenden las causas que han originado los problemas, el juicio se esfuma solo. El resultado será una ganancia de autonomía y responsabilidad personal.
No. Como venimos diciendo, al psicólogo se va por malestar psíquico, por intuición de que algo no va bien, o por la sana inquietud de querer conocerse mejor y mejorar aspectos de uno mismo.
La atención se adapta a la estructura, las necesidades y recursos de la persona. No todas las personas se pueden adaptar bien a determinadas terapias. Mi formación combina la psicología académica, que es básicamente la terapia cognitivo-conductual; las terapias de tercera generación, como la terapia de aceptación y compromiso, y el psicoanálisis. Las dos primeras disponen de un amplio catálogo de técnicas útiles y eficaces para tratar los síntomas, pero sólo el psicoanálisis nos aporta una teoría completa sobre la psique y los mecanismos que causan el malestar.
Las causas pueden ser muy variadas: que sólo tratasen los síntomas y no las causas (lo que es lamentablemente muy frecuente), que no se afianzase una adecuada relación terapéutica por pasar por alto aspectos que debían analizarse; que verdaderamente el psicólogo no estuviera bien formado y no supiera identificar las dificultades; que no se diera el tiempo suficiente, etc.
Todo profesional tiene puntos sin trabajar de sí mismo; estos puntos ciegos, como cuando conducimos y no vemos determinado ángulo por el espejo retrovisor, pueden hacer que la persona no se sienta escuchada. Por esto mismo es tan importante que el profesional pase constantemente por su propio proceso de análisis. Es crucial, que tanto la persona como el profesional no cierren la comunicación al análisis de las dificultades.